Este texto es extraído de P. Michon, Los ritmos de lo político, Democracia y capitalismo globalizado, (2007) Paris, Rhuthmos, 2015, p. 47-54. — Traducción de Leticia Miramontes.
Ritmos de los cuerpos
En una célebre conferencia, Mauss reveló que los cuerpos están sometidos a formas de movimiento y de reposo, maneras de moverse, de fluir, en una palabra a ritmos determinados socialmente a través de “técnicas del cuerpo”, definiendo lo que podemos llamar una corporeidad.
Para presentar esta noción delante de sus oyentes, él evoca un recuerdo de viaje. Encontrándose en un hospital de New York a causa de una enfermedad, lo intriga el andar de sus enfermeras, le es extraño y al mismo tiempo tiene la sensación de haberlo visto en alguna parte. Rápidamente percibe que es en el cine. De regreso en Paris, él observa esta nueva periodicidad en las jóvenes mujeres urbanas: por intermedio del cine las maneras de caminar de las americanas comienzan a difundirse en los países en donde hasta ese momento eran desconocidas. En Francia, agrega, podemos reconocer fácilmente una joven que ha sido educada en el convento porque camina generalmente con los puños cerrados. Él mismo recuerda uno de sus profesores del liceo interpelándolo: “Especie de animal, vas todo el tiempo con tus grandes manos abiertas”. Mauss concluye: la posición de los brazos, y en particular la de las manos cuando caminamos constituyen una suerte de “idiosincrasia social”
Otro ejemplo, la manera de nadar. En el pasado, se enseñaba a los niños a zambullirse después de haber aprendido a nadar y a cerrar los ojos antes de abrirlos abajo del agua. Actualmente, explica Mauss, la técnica es inversa: se comienza todo el aprendizaje habituando al niño a mantenerse bajo el agua con los ojos abiertos. El objetivo es entrenar a los niños para que dominen los reflejos instintivos pero peligrosos de los ojos: “creamos de esta forma una cierta seguridad, seleccionamos las pausas y los movimientos”.
Así pues, los cuerpos están sometidos a variadas técnicas que organizan sus maneras de moverse, sus ritmos: el parto, la alimentación del niño, la iniciación del adolescente, el sueño, las posiciones de descanso, la marcha, la carrera, la danza, el salto, la escalada, el descenso, la natación, los movimientos de fuerza, los cuidados del cuerpo, los cuidados de la boca, las necesidades naturales, comer, beber, las posiciones y prácticas sexuales, las técnicas de cuidado, son todos realizados, logrados según los principios determinados socialmente y aprendidos a través de un cierto número de ejercicios y pruebas, (técnicas de autoconocimiento y pruebas estoicas, ejercicios de respiración de yoga, capacitación de las sociedades tradicionales, educación en las sociedades modernas).
En La civilización de las costumbres y La sociedad de la corte, Norbert Elias ha dado también numerosos ejemplos de organización de la fluidez de los cuerpos. Durante toda la Edad Media, salvo probablemente en los ámbitos monásticos, la corporeidad, sostiene Elias, no ha sido jamás objeto de una atención particular. En los ámbitos aristocráticos, el único objetivo identificable era habituar los cuerpos al dolor y la resistencia. En todas las capas sociales, se satisfacían sus necesidades (orinar, defecar, soltar flatulencias, sonarse la nariz, escupir) sin ninguna incomodidad. La desnudez tampoco parecía ser un problema: se dormía la mayoría de las veces desnudo, varias personas en el mismo dormitorio y en la misma cama. Igualmente, a pesar de la atención de la iglesia al respecto, la actividad sexual era vivida con una cierta despreocupación. No se dudaba en hablar entre si o a los niños y la prostitución, aunque desaprobada era ampliamente tolerada. Sobre el final de la edad media y solamente en las esferas aristocráticas, el beber y el comer comenzaron a volverse objeto de preocupación y de revisión.
En cambio a partir del Renacimiento, Elias observa una entrega mayor y más detallada de los cuerpos hacia las formas de atención y hacia técnicas nuevas. Los tratados educativos y los manuales dedicados a los buenos modales son escritos de acuerdo al uso de los miembros de la aristocracia y de los ámbitos eruditos. Una atención particular, que continúa el esfuerzo iniciado en el fin de la Edad Media, se consagra a los modales de la mesa: se difunde el uso del tenedor mientras que el cuchillo retrocede, se multiplican los platos, se hace atención a no apuntar el cuchillo hacia los invitados. Pero esta preocupación de organizar la corporeidad, en lo sucesivo se extiende a casi todos los aspectos de la vida cotidiana. Venido de Italia, a partir del siglo XVI y sobretodo en el siglo XVII, se expande el uso del pañuelo entre la gente rica. Escupir se vuelve cada vez más inapropiado. La satisfacción de las necesidades naturales se circunscribe a la esfera privada. Aunque la desnudez no se presenta como un problema, se comienza a tener cuidado de no compartir la cama con otra persona del mismo sexo. Se difunde el empleo de una cama personal y en la clase media y superior, el uso de un dormitorio. A partir del siglo XVIII, el dormitorio se vuelve uno de los recintos más privados de la vida humana. El levantarse y el acostarse toman un carácter intimista y rápidamente los niños son acostumbrados a este aislamiento. Igualmente en la burguesía todo lo que tiene relación a la sexualidad queda entre bastidores de la vida social y es objeto de actos de confinamiento muy escrupulosos.
La descripción de los ejercicios impuestos a los soldados a partir de los siglos XVII y XVIII, hecha por Michel Foucault en Vigilar y castigar (Surveiller et punir), constituye otro ejemplo célebre de esas técnicas del cuerpo. Igual que los niños en la escuela, los enfermos en el hospital general y los obreros en las fábricas, de aquí en adelante los soldados son sometidos a una nueva disciplina corporal. Empujados por las transformaciones del armamento y de la táctica, las autoridades buscan optimizar su rendimiento en el campo de batalla habituándolos a ejecutar series de gestos predefinidos. Para permitirles constituir unidades más densas y más sólidas, llegar a unidades más grandes en la acción y recargar más rápidamente sus armas, sus cuerpos se someten a ejercicios como la caminata en fila o en batallón, la marcha siguiendo el ritmo del tambor, o la presentación mecánica de las armas. Desde esa época remarca Foucault, el entrenamiento militar tiene por objeto sondear más de cerca el tiempo, el espacio y los movimientos de los cuerpos, para disminuir sus capacidades de resistencia a las órdenes recibidas y a la vez aumentar sus capacidades de acción.
Parece ser que las técnicas del cuerpo se han transformado mucho en el curso de estos treinta últimos años y que en su momento estas mutaciones han sido determinantes en la aparición de un nuevo mundo. No obstante como retomaré mas abajo, me limitaré aquí al ejemplo relativamente bien conocido de las técnicas de la infancia y de la adolescencia.
Por un lado, los jóvenes han ganado en respeto y en igualdad. Salvo excepciones, hemos visto desaparecer los castigos corporales y los uniformes; en la escuela no se exige más o muy raramente que los niños se paren cuando un adulto entra en el aula; las prácticas sexuales, antes bastantes tardías y a menudo estereotipadas, son cada vez más precoces y complejas; las danzas en pareja en cambio tienen tendencia a desaparecer y el rock, en otro tiempo, símbolo mismo de la rebelión adolescente es unánimemente considerado como un danza “cursi o anticuada”; los cuidados del cuerpo que hace treinta años eran relativamente rudimentarios y a menudo limitados a un objetivo higiénico, actualmente se han vuelto objeto de preocupación estética que demanda una inversión de tiempo importante.
Por otro lado, los jóvenes han perdido ciertas referencias que eran familiares a sus predecesores. A causa del aumento del trabajo de las mujeres, las técnicas de alimentación se volvieron menos regulares y más influenciadas por los productos preparados por las industrias agro-alimentarias, las técnicas del sueño han sido perturbadas por el hábito de mirar la televisión y actualmente de vagabundear, de jugar, o de chatear en Internet hasta muy tarde en la noche, finalmente bajo la presión de los fabricantes y también de los ideales de autonomía, el consumo de tabaco y alcohol tiende a comenzar más temprano y de manera mucho más masiva.
Del dualismo alma/cuerpo a las maneras corporales de fluir
Estos análisis ponen en evidencia muchos fenómenos fundamentales, que nos alejan de entrada de un cierto número de concepciones frecuentes en las ciencias sociales y humanas como así también en la filosofía y nos permiten fundar las primeras bases de una teoría rítmica de la individuación.
Contrariamente a la imagen que nos han transmitido la anatomía, la medicina y la filosofía moderna, el cuerpo humano no es una máquina hecha de tendones, de carne y hueso. Ante todo, dice Mauss, el cuerpo humano es un conjunto de técnicas corporales, es decir, una “organización de acciones”, de “selecciones de pausas y de movimientos”, de “conjunto de formas de reposo y de acción, en síntesis, una organización espacio-temporal. La individuación no se produce entonces a partir de cuerpos que serían simplemente dados por la naturaleza, sino a través de la elaboración técnica de ritmos corporales específicos.
No obstante, la individuación tampoco se efectúa como el despliegue – o mismo la configuración – de un “alma” (tomo aquí el término de manera genérica a todo lo que se llama alma, persona, psique, yo, etc.) que preexistiría en cada “cuerpo” humano, sino más bien como la producción de un tal “alma” gracias a un cierto número de técnicas aplicadas a esos cuerpos. Los ejemplos dados por Mauss, Elias o Foucault lo muestran, “el alma” no es anterior a los ejercicios técnicos que la hacen aparecer, tampoco es necesariamente concebido como separado del cuerpo y se afirma en todo momento en su especificidad histórica. El alma aparece en el lugar en donde lo biológico y lo sociológico se encastran uno dentro del otro. Lugar del cual Mauss da cuenta con mucha exactitud, cuando señala que las series de actos requeridos por las técnicas del cuerpo constituyen “montajes fisio-psico-sociológicos”.
Contrariamente a un modelo corriente que está todavía presente en Elías, esta producción del alma, sin embargo, no debe ser reducida a una simple represión social de energías corporales naturales. Efectivamente las maneras corporales de fluir no son sólo formas de restricciones que limitarían la expresión de un carácter dinámico, emergente y rebelde. Tanto Mauss como Foucault lo muestran: ellas constituyen igualmente maneras de intensificar los cuerpos, de dar a su corporeidad una organización más adaptada a las necesidades de los individuos singulares y colectivos involucrados.
La producción del alma no depende tanto de la represión de fuerzas naturales necesariamente salvajes y descontroladas, sino de la modulación de una actividad, a veces por su debilitamiento y a veces también por su intensificación.
Los ritmos corporales poseen de este modo, una forma que sale del modelo binario y aritmético clásico. En la medida que ellos constituyen organizaciones de actos múltiples y coordinados no pueden ser reducidos a simples alternancias de tiempos fuertes y tiempos débiles organizados de manera lineal y aritmética. Mismo en el caso de gestuales impuestas a los soldados o a los obreros en las cadenas de montaje, los ritmos de la corporeidad comprometen siempre procesos simultáneos, formas de movimiento o de reposo múltiples, y dependen de una lógica que varía, en general de manera continua e interdependiente, al mismo tiempo su velocidad y su dirección. Aunque los cuerpos puedan ser sometidos a esquemas mecánicos y binarios, la forma más común de los ritmos de la corporeidad debe ser pensada, entonces, como manera corporal de fluir.